Elogio de la arquitectura inmaterial

Al principio fue la luz y la sombra, el vacío y la idea, el sueño de un paisaje sin materia. En la pulsión de las horas y los dibujos maduró una arquitectura ingrávida de espacios ficticios, visiones trascendentes y sensaciones nebulosas. Al ejercicio de la duda le siguió el secuestro del tiempo. A la reflexión minuciosa le sobrevino el triunfo del concepto. Nada impidió que la ruina pudiera transformarse en un lugar habitable. 

Concluida la terapia, el edificio diseñado por Jesús Castillo Oli se reivindica a sí mismo como un manifiesto libertario de la arquitectura en su pugna dialéctica con la estructura. Vencida la ancestral subordinación del estro constructivo a los estímulos del servicio mecánico, superada por el propio resultado la oposición esencial entre las características mecánicas y culturales del arte, renace la arquitectura expresada únicamente por sus procesos tecnológicos de producción.

Arquitectura es la propia forma. En la inmaterialidad de la obra se articula el concepto filosófico y la realidad poética de La Ruina Habitada.